sábado, 19 de febrero de 2011

Piensa mal...

... Y acertarás, supongo. La desgracia de entrar en el mundo de los adultos tan pronto, y sin delicadeza provocó en mi una completa desconfianza hacia todo el mundo; pero no fue algo inmediato, gradualmente, a medida que he ido cumpliendo años me he ido convirtiendo en más desconfiado, en más arisco, en más hipócrita. No he querido luchar contra ello, pues quizá mi propia desconfianza ve a los demás como enemigos, algo que creo que me acompañará hasta la tumba, pues ese tipo de cosas son de esos misterios de la condición humana: adquirimos ciertas características de las que no nos podemos desligar; al final se quedan pegadas como lapas a la manera de ser.

Hace un rato vi medio en accidente medio buscandolo dos fotos que coinciden; lo que pensaba en su momento, por lo que se ve, era lo que realmente pasaba; al final creo que mis desconfianzas no son infundadas, por lo tanto, desgraciadamente, me reafirmo en esa condición. Ya no tengo ganas de partir la cara a nadie, aunque debería, simplemente por la sensación de agravio; pero eso daría a entender que me importa más. Lo único que quizá me apena, en cierto modo, es que el refranero se confirma, y que mis días acabarán de la misma manera que empieza a terminar mi veintena: desconfiando. Quizá el consuelo es que la experiencia que es un grado, además protege.

No me lo toméis en cuenta, ya sabéis que a veces escribo solo para desahogarme.