jueves, 1 de septiembre de 2011

30 de Agosto...

De 1993, ese día te fuiste de nosotros. Llevabas mucho tiempo ausente, ida, pero aún yo te seguía mirando como siempre fuiste, la persona más importante de mi vida.

Me duele este día, me duele profundamente, porque es el día en el que vi como un cajón bajaba tu cuerpo inerte al fin de la tierra; como en el ultimo momento, mientras echaban tierra sobre el féretro, conseguí besar una flor blanca y dejarla caer para que una pequeña parte de mi se fuera contigo, esa pequeña parte que, a pesar de mis nueve años, se marchó contigo.

30 de Agosto de 1993, día nublado, en el que a eso de las once de la mañana, pude ver tu cuerpo antes de ser amortajado, pude estar con mamá tomando tu fría mano, ver tu semblante sereno, de paz, de descanso, ese descanso que por fin te merecías después de tanto tiempo recibiendo golpes por la maldita enfermedad.

Hoy es un día triste, si, muy triste. Pero por otro lado es un día amargamente alegre, pues a pesar de los dieciocho años que han pasado, no te olvido, y espero nunca olvidarte, pues es la única manera que te mantengas viva entre nosotros.